Sobre la differance II



Différance, en el núcleo del pensamiento de Jacques Derrida, se presenta como un concepto que desafía y subvierte las nociones tradicionales de tiempo, espacio, ser, conciencia, sujeto, hombre, presencia y significado, en la epistemología y en el pensamiento tradicional occidental. 

El término “différance”, es acuñado por Derrida jugando con la palabra francesa "différence" y el verbo "différer" (diferir, aplazar), no es simplemente una variación fonética o gráfica. Más bien, encapsula un juego de significados que desafía la estructura binaria del lenguaje y la lógica metafísica tradicional. Derrida elige "différance" con una 'a' precisamente porque esta alteración no se puede captar en el habla, sólo en la escritura, subrayando así la primacía de la escritura sobre el logos.

Este término, derivado de una estrategia deconstructiva, no sólo marca la imposibilidad de que un signo, entendido como la unidad entre significante y significado, se produzca dentro de la plenitud de una presencia absoluta (el significado del signo nunca está cerrado), sino que también subraya la inevitabilidad de la contaminación diferencial en cualquier sistema de significación. La expresión contaminación diferencial es clave. Entender esta expresión es uno de los objetivos de este texto.

Esta exploración revelará cómo Derrida desmantela la estructura jerárquica que ha sustentado la filosofía occidental, proponiendo en su lugar una visión del sentido como una red interminable de diferencias y retrasos. Este enfoque pretende darnos una nueva comprensión del lenguaje y el significado y tiene además profundas implicaciones éticas y políticas. Así, avanzaremos hacia una comprensión más detallada de différance, no como un simple concepto filosófico, sino como un movimiento dinámico que desafía y reconstruye la forma en que entendemos el mundo y nuestra relación con él.

Pero, para poder llegar ahí vale la pena entender el origen de differance en la naturaleza diferencial del signo, es decir, debemos abordar la teoría del signo en Saussure.

Saussure: en el lenguaje sólo hay diferencias

Para comprender plenamente la profundidad del concepto de différance en Derrida, es imprescindible referirse brevemente a la teoría del signo en Ferdinand de Saussure. En su enfoque, Saussure descompone el signo lingüístico en dos componentes fundamentales: el significante y el significado. El significante se refiere a la imagen acústica, es decir, los sonidos que forman una palabra, mientras que el significado corresponde al concepto mental asociado a esos sonidos.

El signo lingüístico se caracteriza por una propiedad principal fundamental. Su arbitrariedad, es decir, en el signo no existe una relación intrínseca entre el significante y el significado, no hay una conexión natural entre las palabras y lo que ellas representan. El significado está fijado por reglas y convenciones humanas, no por el mundo. El significado por tanto no depende de la relación del signo con el mundo, sino de las relación de un signo con otro. Como nuestro conocimiento del mundo proviene del lenguaje, Saussure sostiene que el signo no refleja la realidad de manera directa, sino que la construye. Esta es una de las afirmaciones centrales del estructuralismo: la desconexión fundamental entre las estructuras y el mundo. No obstante, el estructuralismo tambíen afirma que sólo a través de estas estructuras experimentamos el mundo. Saussure expresa esto claramente: "Ninguna idea está establecida de antemano, y nada es distinto antes de la introducción de la estructura lingüística".

El significado en el lenguaje es, por tanto, estructural y no referencial. En este contexto, el significado, por ser estructural, es precisamente diferencial. Según Saussure, en el lenguaje no existen más que diferencias. El valor de un signo depende de su relación y diferencia con otros signos: "Cada término lingüístico deriva su valor de su oposición con otros términos". Los signos lingüísticos obtienen su valor y significado a través de sus diferencias y relaciones dentro del sistema del lenguaje.

El análisis de un signo entonces se basa en las diferencias y oposiciones que presenta respecto a otros signos. En el marco de esta premisa, Saussure sugiere que el lenguaje opera a través de estructuras binarias de opuestos: gato vs. perro, hombre vs. mujer, naturaleza vs. cultura, bien vs. mal, negro vs. blanco, vida vs. muerte, arriba vs. abajo. Estos pares binarios funcionan mediante el contraste, donde el significado de un término se define a menudo en oposición a su par binario.

Aunque Derrida deja claro que différance es un término cuyo origen va más allá de la teoría del signo de Saussure, con Freud, Nietzsche y Heidegger, es primordialmente de aquí de donde Derrida extrae différance, pues la différance es una extensión y una radicalización de la lógica diferencial saussureana. Derrida toma la idea de que el significado es siempre diferencial y estructural, y la expande para mostrar que no sólo los significados dependen de diferencias.

Différance: espaciamiento y aplazamiento

Para comenzar digamos que différance opera en las dos dimensiones fundamentales de la existencia: el espacio y el tiempo. 

En relación con el espacio, différance implica espaciamiento, un proceso en el cual los elementos (dos elementos, dos entidades) se separan, se distancian uno del otro y se vuelven, por ese procedimiento, diferentes. Sin embargo, la conexión entre estos elementos nunca se quiebra: adquieren sentido sólo en relación con el otro. El espaciamiento es distanciamiento y conexión al mismo tiempo. Une y separa al mismo tiempo. Permite que un sistema de dos elementos, por ejemplo, funcione. El distanciamiento es como una bisagra en una puerta: mantiene unidos el marco por un lado y la hoja o tabla por el otro para conformar la puerta. La bisagra mantiene separados y distintos esos dos elementos, pero los conecta de tal manera que la puerta misma sea funcional. La palabra "brisure" (articulación) en Derrida, juega un papel crucial en esta dimensión espacial. La brisure es a la vez separador y conector, una división que no sólo separa los elementos del lenguaje, sino que también los articula, los conecta. Este doble movimiento subraya que ningún lenguaje puede existir sin articulación. Espaciar entonces es introducir un intervalo, un espacio de diferencia entre los signos, donde el significado emerge precisamente en la relación diferencial entre esos términos que han sido distanciados o separados. 

En segundo lugar, en relación con el tiempo, différance implica aplazamiento, posponer algo, retrasarlo. La différance, en su dimensión temporal, implica un continuo acto de posponer. Este retraso se manifiesta en la imposibilidad de una presencia plena y absoluta del significado en el aquí y ahora. 

El posponer o suspender hace parte fundamental de la teoría freudiana de las pulsiones. Posponer el deseo, diferirlo, pausarlo, dejarlo para después, es un acto esencial de la psiquis humana que le permite existir bajo el principio de realidad. Esto también se manifiesta en la teoría del signo: en lugar de un significado presente y definido de manera estática, différance introduce un flujo temporal donde el sentido se pospone, desplazado constantemente entre el pasado, el presente y el futuro.

En la tradición metafísica se privilegia la presencia inherente del presente y solo se entiende el pasado y el futuro como presentes modificados (el pasado es el presente que fue y el futuro el presente que todavía no es). Este enfoque se basa en la idea de que la realidad es accesible principalmente en el momento presente, mientras que el pasado y el futuro son percibidos como extensiones o modificaciones del presente. La metafísica tradicional considera el presente como la única forma de existencia auténtica, relegando el pasado a la memoria y el futuro a la anticipación. La différance, sin embargo, subvierte esta metafísica del presente al desestabilizar la noción de presencia privilegiada.

En este sentido, la différance como dimensión de la temporalidad resalta cómo el significado es una construcción dinámica que nunca se completa en un instante dado. La comprensión y la interpretación son siempre temporales, sujetas a un constante devenir y nunca alcanzan una fijación definitiva. El retraso es, por tanto, una característica intrínseca del proceso de significación.

Para comprender la implicación de différance en la economía del significado, debemos considerar su relación con la economía general. Derrida toma prestado el concepto de economía general de Georges Bataille para referirse a un sistema en el cual el gasto, el exceso y la pérdida son fundamentales. En este contexto, différance puede ser vista como una economía general del lenguaje, donde el significado no se obtiene a través de una lógica de equivalencia y conservación, sino a través de un proceso de gasto, de pérdida, de retrasos y de aplazamientos. El significado no es algo estático o presente de inmediato, sino algo que se aplaza indefinidamente. En otras palabras, el sentido de un signo nunca es pleno o presente en un momento dado, sino que siempre está diferido, siempre por venir, es decir, en un futuro que nunca podrá ser materializado como presente, diferido de forma infinita, inalcanzable, impensable, siempre hay una pérdida y una incompletud. Este diferimiento introduce una dimensión temporal en la que el significado está perpetuamente en construcción, nunca completamente realizable.

Para resumir: En su sentido temporal, differance se manifiesta como un retraso constante, una postergación del significado que nunca se completa. En su sentido espacial, se expresa como un espaciamiento, una articulación de diferencias que genera el sentido en la relación entre los signos. De esta forma différance desestabiliza cualquier intento de cerrar el significado (o la existencia) dentro de una estructura fija. Cada vez que intentamos fijar el sentido de un signo, nos enfrentamos a su desplazamiento y diferimiento, lo que implica una pérdida de presencia y una ganancia de nuevas significaciones, nuevas e inesperadas (como veremos, esta es la clave para entender la relación de differance con lo que Derrida llama, el otro). 

Differance y metafísica tradicional

La différance de Derrida no sólo redefine nuestra comprensión del lenguaje y el significado, no sólo subvierte radicalmente nuestras concepciones tradicionales de la temporalidad y la espacialidad. Este concepto introduce una dimensión de complejidad y crítica que desafía las estructuras lineales y fijas del pensamiento y la epistemología clásicas.

En el núcleo de la metafísica tradicional, encontramos los conceptos de origen y unidad, los cuales son fundamentales para la estructura del pensamiento occidental. Tomemos un ejemplo: La noción de sujeto cartesiano.

El sujeto cartesiano es una entidad que se constituye a partir del famoso cogito, ergo sum ("pienso, luego existo"). Este enunciado supone una presencia inmediata y una certeza absoluta del yo pensante. En este contexto, el sujeto cartesiano es un punto de origen desde el cual se despliega toda la estructura del conocimiento. La certeza del cogito se presenta como un fundamento inamovible y originario sobre el cual se construye todo el edificio del saber. El yo cartesiano existe y pre-existe más allá de toda relación con el otro, no necesita al otro para existir, es más, muy dificilmente se entiende al otro a través del yo como punto de partida del pensamiento. Por otro lado, una de sus características esenciales es su indivisibilidad. Se presenta a sí mismo como la unidad pura de la conciencia que no puede ser desgranada, dividida o analizada en sus partes, libre de toda tensión interna y de toda problematicidad, libre de toda historia se trata de una unidad pura que se presenta de forma plena como el fundamento de todo saber.

Para Derrida, esta noción de una unidad, origen y fundamento del saber, unidad pura y presente es profundamente problemática. Différance introduce una lógica diferente, donde el origen no es un punto fijo, sino un movimiento constante de aplazamiento y diferencia (relación con un otro). Según Derrida, no existe un punto de partida absoluto como el cogito cartesiano. El sujeto no es una entidad plenamente presente y autoevidente, sino que se constituye en un proceso continuo de diferimiento y alteridad. La identidad del sujeto está siempre ya mediada por la huella (del otro), por la inscripción de lo diferente dentro de lo mismo.

Para la metafísica tradicional el sujeto actúa como un “significado trascendental”, como lo llamaría Derrida: El concepto de un sujeto que se sitúa fuera de la realidad y, sin embargo, guía el sentido del lenguaje y el conocimiento de la realidad: una fuente externa de creación de significado. En la tradición filosófica y literaria, el sujeto ha sido visto como una entidad capaz de generar y controlar el significado desde una posición externa y privilegiada. Esta perspectiva, desde le punto de vista de la teoría literaria, implica que el sujeto posee una intención clara y unívoca que puede ser descubierta e interpretada a través del texto. Así, el sujeto se erige como un garante de la coherencia y la verdad del discurso, ubicándose en una posición trascendental con respecto al texto mismo, como el sujeto cartesiano. 

Un aspecto central de différance es el rechazo de cualquier significado trascendental. Derrida sostiene que no hay nada fuera del juego de los signos; no existe un fundamento externo que ancle el sentido. Derrida sostiene que el sujeto está siempre ya inscrito en el texto, y su autoridad es el efecto de un proceso de significación que no puede ser completamente controlado ni fijado. Esto desestabiliza la idea de un significado trascendental y, con ello, la noción de un sujeto que se encuentra en una posición de exterioridad y dominio. Este mismo análisis puede extenderse a nociones como sustancia, dios, ser, conciencia, significado, naturaleza, hombre.

Différance, deconstrucción y la contaminación diferencial

Hablar de differance en los términos que lo hemos hecho parece transformarla en un asunto abstracto alejado de cualquier consideración práctica. Nada más alejado de la realidad. 

Saussure habla de diferencia y de cómo en el sistema de significaciones un significado de un signo se desplaza hacia otro. Sin embargo, en el esquema estructuralista clásico, el significado no se difería infinitamente en un juego de significaciones, porque los significantes cobraban sentido al organizarse en oposiciones binarias cerradas: hombre/mujer, luz/oscuridad, vida/muerte, bien/mal, naturaleza/cultura, y así. 

En primer lugar, es importante darse cuenta de que cuando nos enfrentamos a oposiciones binarias estructuralistas como la anterior, hombre/mujer, lo que realmente tenemos es una jerarquía violenta que envía el segundo término a la periferia del sentido. Desde el punto de vista del orden conceptual metafísico, estas oposiciones funcionan bajo la lógica de que el primer término representa la presencia, la pureza y la estabilidad, el significado transcendental, el origen y la unidad del sentido, mientras que el segundo término se percibe como degradación, ausencia o suplementariedad. Por ejemplo, en la oposición hombre/mujer, el hombre se presenta como el término inmutable y original, definiendo a la mujer a través de la negación, situando al hombre como origen del sentido de lo humano y dejando a lo femenino como suplemento del hombre, como accidente, como degradación.

Para deconstruir esta oposición, primero hay que invertir la jerarquía en un momento dado. Esta es la estrategia del feminismo radical que subvierte la jerarquía con la estrategia de la inversión: es lo femenino lo que va primero, el primer elemento de la jerarquía, el accidental es el macho. Este es, claramente, un primer momento de subversión. 

Invertir la relación es esencial para empezar a cuestionar las estructuras de poder. Sin embargo, simplemente invertir la jerarquía, puede ocultar o conservar las relaciones de poder subyacentes en primer lugar. La inversión no puede ser el fin último, ya que esto implicaría cambiar una presencia por otra, un origen por otro. Es necesario un doble gesto que mantenga la tensión entre los términos.

En este doble gesto, cada término en una oposición binaria se revela como un fantasma que contamina al otro término. En ese sentido différance es la clave de la deconstrucción entendida como "el pensamiento de la contaminación diferencial". Derrida insiste en que la deconstrucción no consiste en pasar de un concepto a otro, sino en volcar y desplazar un orden conceptual entero. En lugar de destruir el término dominante de la jerarquía, differance ayuda a reinscribir o recontextualizar los elementos de esa estructura en un nuevo marco de significación que reduce la jerarquía y plantea los dos términos como codependientes e íntimamente entrelazados. Este proceso no pretende eliminar los conceptos, sino más bien reubicarlos y entenderlos en un contexto diferente que puede abrir nuevas posibilidades de significado y comprensión.


Este enfoque derrideano tiene como propósito revelar la inestabilidad y la interdependencia de los términos en cualquier oposición binaria. En lugar de encontrar una solución definitiva, la deconstrucción revela la complejidad y la multiplicidad de sentidos, mostrando que los conceptos no pueden sostenerse de manera aislada o fija. No se trata de invertir la relación hombre/mujer, se trata de mostrar que estos términos están integrados en una archi-síntesis, donde ninguno de los dos es originario. Sin embargo, différance subraya que ningún concepto tiene significado aislado de otro; todo concepto difiere de sí mismo y se desplaza hacia su opuesto diferencial en un proceso interminable de sustitución y suplementación. Este diferir implica que los conceptos están siempre en un estado de impureza, contaminados por lo que no son, por el otro, por la diferencia que los constituye. 

Es por esto que differance es la puerta para entender el concepto de alteridad en Derrida. Differance es la dinámica que posibilita la aparición del otro. La figura del otro entonces, no es simplemente una entidad externa que se confronta conmigo (que lo es, en muchos sentidos), sino una condición interna, una huella que contamina mi identidad desde su mismo origen. En otras palabras, el yo sólo puede entenderse en su relación con un otro que no le pertenece y el cual no puede aprehender en su propia lógica interna aislada. 

Derrida va más allá al sugerir que este pensamiento de la alteridad no sólo se aplica a la constitución del yo, sino también a la estructura del lenguaje y del pensamiento mismo. Así, cada acto de significación es un encuentro con la alteridad, una apertura hacia lo que aún no ha sido dicho, hacia lo que está por venir.

Este proceso de deconstrucción y de différance no culmina en una síntesis final o en una verdad última. Por el contrario, Derrida nos invita a pensar en el futuro a venir, un futuro que no puede ser anticipado o predicho, sino que se abre como una promesa de lo inesperado. Différance, mantiene en suspenso la fijación del significado, abre el espacio para la llegada de lo nuevo. Para aquello que no podemos pensar, prever o imaginar, aquello que es radicalmente diferente a nosotros. Es por eso, por esa misma razón, que differance es la puerta, no sólo a la deconstrucción, sino también al pensamiento de la hospitalidad radical.


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