Deconstruction - Andrew Holder |
Heidegger afirmaba que uno de los objetivos de la fenomenología era la "destrucción" de la metafísica. Esto es, según su interpretación, una crítica de la metafísica que la hiciera pasar por una reinterpretación de sus fines y motivos, y que tenía como propósito el redescubrimiento de la diferencia ontológica fundamental y de la pregunta por el ser. El término deconstrucción es heredero de esta tradición. Sin embargo, también en la expresión hay una herencia nietzscheana y freudiana que no tendremos tiempo de explorar aquí, pero es un claro indicio de que no hay que engañarse por el origen heideggeriano de la deconstrucción derrideana, asegurando que simplemente es una copia de la “destruktion” de Heidegger. Hay elementos diversos, y tendremos oportunidad de notarlos. Pero, ya por la referencia a Heidegger tenemos una pista de lo que es la deconstrucción: un tipo de crítica filosófica. Deconstruir un concepto, o un texto, es criticarlo filosóficamente.
Ahora bien, ¿qué tipo de crítica? Hagamos una aclaración preliminar: criticar un concepto no es necesariamente rechazarlo o negarlo, y en el caso de Derrida, seguro no lo es. De hecho, Derrida afirma que, pese a que ciertos conceptos de la filosofía son metafísicos, ontoteológicos, o como él llama, logocéntricos, y por tanto, deben ser sometidos a crítica, no es posible siquiera pensar sin ellos. Así, hay que tener muy presente que la deconstrucción no pretende destruir, ni disolver. Para Derrida, por ejemplo, todos los conceptos o palabras, incluyendo los nombres, tienen un aspecto metafísico deconstruible, y una violencia inherente que es imposible de reducir. Pero, no podemos, por esta razón, prescindir de ellos. Para pensar necesitamos el lenguaje. Así, muchas veces, sino siempre, la deconstrucción debe valerse de palabras con una profunda carga metafísica para poder deconstruir otras palabras o discursos con una profunda carga metafísica. Estos conceptos criticables deben ser usados entonces estratégicamente: a sabiendas que son crticables, es necesario usarlos. La actividad crítica de la deconstrucción es por tanto profundamente estratégica y económica.
El propósito de la deconstrucción no es suprimir la tradición metafísica, o hacer un llamado a la muerte de los grandes relatos de la modernidad (lo que hace el pensamiento posmoderno). La deconstrucción no es por tanto actividad que se haga por fuera de la tradición filosófica, para derrotarla, sino desde dentro de tal tradición. Habitando la metafísica se busca identificar sus límites, sus contradicciones o aporías. La deconstrucción por tanto no es enemiga de la tradición filosófica, todo lo contrario. La tradición filosófica es la condición de posibilidad de la deconstrucción. Ella no es un repudio a la tradición, sino un compromiso con la misma. Un compromiso con la tradición fenomenológica, con la tradición kantiana, con la tradición heideggeriana, con la tradición marxista, con la tradición democrática, y así. La deconstrucción no pretende salir de esa tradición, ya sea para destruirla, o para decir algo nuevo, Derrida siempre ha reconocido el legado que recibió de la tradición del pensamiento filosófico. Lo que desea la deconstrucción es, como un acto de responsabilidad para con la tradición, continuarla en todo su exceso, llevar esa tradición hacia sus consecuencias más radicales. En otra parte veremos que el concepto de compromiso, o responsabilidad, adquiere una importancia radical para responder nuestra pregunta sobre lo que la deconstrucción es.
Pero, si el propósito de la crítica deconstructiva no es suprimir la tradición entonces, ¿cuál es el propósito? Veremos ahora que la pregunta por el propósito de la deconstrucción es problemática, pero es necesario ahora dar una respuesta aproximativa: el propósito es la des-sedimentación de los conceptos y discursos filosóficos. Lo que Derrida entiende por des-sedimentación no es algo fácil de explicar. Ayudémonos con la misma analogía usada en la expresión.
La sedimentación ocurre cuando, por ejemplo, partículas que circulaban libres por un cuerpo de agua (un río, digamos) terminan asentándose en el fondo, y solidificándose... Derrida afirmaría que algo así sucede con los conceptos filosóficos. Su potencial crítico se ve solidificado por el propio discurso en el que se encuentran, se normalizan, se vuelven estáticos, se naturalizan, se vuelven uno con el fondo del río, y su capacidad de ser resignificados desaparece. La tarea de la deconstrucción es des-sedimentar ciertos conceptos para que recuperen su poder crítico y pluri-significativo. La manera como ocurre la sedimentación y la manera como se debe des-sedimentar un concepto, y las consecuencias que esto conlleva, son muy variadas, y no vamos a analizarlas ahora. Pero, por ejemplo, podemos decir que lo que hace Derrida en “Fuerza de ley” es, entre otras cosas, una des-sedimentación del concepto de justicia, tan importante en la tradición filosófico-política.
Entonces, hemos dicho que por deconstrucción podemos entender, en un primer momento, un tipo de crítica. Pero, no se puede reducir la deconstrucción a un concepto de crítica filosófica ordinario. Según Derrida, la deconstrucción, de hecho, no es una crítica, no es un discurso, tampoco puede hacerse de ella un método, un tipo de análisis filosófico.
La deconstrucción no es un método, por ejemplo, porque todo método presupone un camino a seguir y una meta prevista. Sin embargo, la deconstrucción es una actividad donde no podemos realmente prever su final, ni el camino a seguir se encuentra predeterminado.
La deconstrucción no es un tipo de análisis, porque el concepto de análisis implica la descomposición de un compuesto en sus partes constitutivas simples originarias, pero la deconstrucción revisa y critica los conceptos mismos de origen y elemento simple.
La deconstrucción no es un método, por ejemplo, porque todo método presupone un camino a seguir y una meta prevista. Sin embargo, la deconstrucción es una actividad donde no podemos realmente prever su final, ni el camino a seguir se encuentra predeterminado.
La deconstrucción no es un tipo de análisis, porque el concepto de análisis implica la descomposición de un compuesto en sus partes constitutivas simples originarias, pero la deconstrucción revisa y critica los conceptos mismos de origen y elemento simple.
La deconstrucción de hecho no puede reducirse a nada: ni a una crítica, ni a un método, ni a una teoría, ni a un discurso. Derrida incluso afirma que cualquier expresión del tipo "la deconstrucción es x" o "la deconstrucción no es x" ya es problemática, excesivamente metafísica, porque pretende reducir la deconstrucción, por medio del "es", a una esencia, cuando de hecho la deconstrucción debería ser entendida, el mismo Derrida lo sostiene, como una revisión de toda afirmación de tipo "x es y", una revisión de toda esencialidad.
Una aproximación razonable sería decir que la deconstrucción es una acción, una acción crítica. Pero Derrida piensa que uno no hace deconstrucción; la deconstrucción sucede. La deconstrucción según Derrida es un evento: esto quiere decir, entre otras cosas, que simplemente ocurre, sin autor, sin protagonista, no podemos calcular su llegada o su propósito, está más allá de cualquier cálculo racional. Sin embargo, algo de cierto hay al llamar la deconstrucción una acción. En efecto, la deconstrucción según Derrida no puede reducirse a un mero ejercicio teorético o estético, tiene un valor y unas consecuencias, un valor y unas consecuencias que podríamos llamar ético-políticas. Y en ese sentido, la deconstrucción es algo que abre una posibilidad, algo nuevo que llega de improviso a modificar de forma imprevista un discurso o una situación.
Pese a todo lo que hemos dicho sobre la dificultad de decir lo que la deconstrucción es, me parece que decir que la deconstrucción es un tipo de crítica filosófica es una muy buena aproximación a la que podemos apegarnos hasta que nos funcione. Sigamos entonces nuestra explicación partiendo de esta hipótesis.
¿En qué sentido se habla aquí de crítica, en qué consiste la deconstrucción como crítica? En el diccionario de la RAE encontramos esta definición de deconstrucción: "es el desmontaje de un concepto o de una construcción intelectual por medio de su análisis, mostrando así contradicciones y ambigüedades". La definición de la RAE es limitada en muchos aspectos, pero apunta a cuestiones importantes. Nos dice algo sobre la deconstrucción y su labor de crítica filosófica. En efecto, la deconstrucción muchas veces se manifiesta tomando un concepto filosófico e intentando encontrar en su interior contradicciones o aporías. El texto "Fuerza de ley" es un ejemplo, pues allí Derrida intenta describir lo que él llama aporías de la justicia. Para él, el concepto de justicia, es aporético, es decir, contradictorio y paradójico. El estatus aporético de ciertos conceptos en el pensamiento de Derrida merece una reflexión aparte, y es esencial, pues se encuentra íntimamente ligado con esa des-sedimentación que la deconstrucción pretende. Por ahora debemos dejar esto a un lado y concentrarnos en otros asuntos.
Esta idea de la deconstrucción como la acción de encontrar contradicciones en ciertos conceptos no es la única característica de ella. Otra faceta igual de importante es el tratamiento que la deconstrucción le da a las oposiciones de ciertos conceptos filosóficos. Expliquemos esto con detalle.
Según Derrida en "La estructura, el signo y el juego en el discurso de las ciencias humanas" el discurso de la filosofía o de la metafísica occidental tiene una configuración estructural que se organiza alrededor de un centro ordenador. Este centro ordenador adquiere muchas formas y expresiones: esencia, alma, logos, consciencia, dios, significado, verdad, identidad, presente. Una de las consecuencias de este centro ordenador es que produce una distinción entre un interior (el centro) y un exterior que queda marginado. Esto es lo que crea oposiciones binarias: estructuras del pensamiento que generalmente se presentan como ahistóricas, universales, metafísicas o naturalizadas:
• Alma / cuerpo.
• Lenguaje / escritura.
• Espiritualidad / materialidad.
• Interior / exterior.
• Significado / significante.
• Identidad / diferencia.
• Esencia / apariencia.
• Natural / artificial.
El primer término de la pareja actúa como centro, gobernando al otro de forma lógica y axiológica. De esta manera, el segundo queda marginado, en un nivel inferior de la jerarquía, desplazado, rechazado, como si tuviera sólo un valor negativo o fuera meramente suplementario. El alma como superior al cuerpo, el lenguaje hablado como superior a la escritura y más próxima al alma, el significado como esencial en comparación con el significante, que es accidental. La esencia sobre la apariencia, que es su mera copia imperfecta, y así. Además, el primer término (el centro), se pretende puro, y se describe de tal manera que puede permanecer aislado completamente del segundo término y de sus falencias.
El asunto de la pureza es importante. Derrida alguna vez afirmó que la deconstrucción era “el pensamiento de la contaminación diferencial”. Y ahora es importante que prestemos atención al asunto de la contaminación y de la pureza. Lo que la deconstrucción hace, en este sentido, es mostrar que el primer término nunca puede aislarse completamente del segundo. Que no hay una pureza de un interior (un centro) que pueda aislarse de una exterioridad.
Esta contaminación de un miembro de la oposición (el marginado) sobre el otro (el centro) se puede presentar de múltiples maneras. La deconstrucción puede mostrar que las razones para rechazar al marginado aplican también para el centro. O que sólo podemos describir adecuadamente el centro usando recursos lingüísticos, metafóricos o estilísticos que de una u otra manera provienen del elemento marginado. O que el centro depende en algún sentido, para existir, de lo marginado. Cada una de estas estrategias de contaminación merecería un análisis independiente que no podemos presentar aquí. Pensemos por ejemplo en lo que Derrida afirma en “De la gramatología” sobre la relación oposicional entre lenguaje y escritura. Se supone que hay una jerarquía, donde el lenguaje oral es el único lenguaje, es decir, el lenguaje puro que se identifica con el logos, con la voz, con el hálito divino. La escritura queda reducida a ser una mera representación de sonidos. Los signos lingüísticos escritos son entonces desplazados, marginados, son incluso vistos como impuros y hasta criminales, ya que pretenden usurparle al logos puro su verdadero valor transcendente. Así sucede, cada cual a su manera, en Platón y en Saussure, y según Derrida, en casi toda la tradición filosófica occidental.
A partir de esta reflexión, y mediante una serie de reflexiones sobre los textos de Platón, Saussure y Rosseau, entre otros, Derrida va a mostrar que la escritura y sus signos no son algo accidental y marginal en el lenguaje, sino que el lenguaje debe ser entendido fundamentalmente como escritura.
A partir de esta reflexión, y mediante una serie de reflexiones sobre los textos de Platón, Saussure y Rosseau, entre otros, Derrida va a mostrar que la escritura y sus signos no son algo accidental y marginal en el lenguaje, sino que el lenguaje debe ser entendido fundamentalmente como escritura.
Fijémonos como aquí el logos queda completamente contaminado por aquello que se supone es accidental y deficiente, la escritura. Antes, había un lenguaje puro, aislado del signo y de su materialidad presente en la escritura. Ahora, resulta no sólo que el lenguaje no puede mantenerse aislado de la escritura, sino que el lenguaje es escritura. Que la escritura, es decir, los signos, la materialidad y la exterioridad del signo, es la esencia del lenguaje, su condición de posibilidad. Así, lo que estaba marginado, ahora adquiere una importancia radical. Es el significante (el signo), no el significado transcendente del logos metafísico, la clave de la comprensión del movimiento mismo del lenguaje y de su sentido.
Si lo vemos bien, lo que ha hecho Derrida no es una simple inversión de la jerarquía "lenguaje / escritura". Es más bien una reinterpretación de la oposición que ocurre a partir de una des-sedimentación del concepto de escritura (y de signo).
Esto muestra otra característica de la manera como Derrida trata a las oposiciones filosóficas. Es usual que, después de la deconstrucción, el concepto rechazado o marginado termina siendo el más importante, por lo menos en algún sentido. Es usual por ejemplo que termine siendo condición de posibilidad para el primero. Es decir, no es secundario, no tiene un valor marginal, sino que es la misma posibilidad de existencia del primer término.
No hay que engañarse pensando que la deconstrucción disuelve la oposición. Lo que muestra más bien es la contaminación de un término por el otro. La diferencia entre ambos permanece. Explicar en qué sentido tenemos todavía aquí una diferencia, a la vez que una contaminación, implicaría abordar expresiones como "differance", y "brisure" (juntura o articulación). Pero esto quedará para otra ocasión.
En todo caso, pese a que el tratamiento de las oposiciones binarias tiene un lugar central en las estrategias deconstructoras, habría que entender que no es una estrategia definitoria de la deconstrucción en sí misma. Ella debe entenderse como un conjunto de acciones estratégicas que va más allá de la existencia o tratamiento de las mencionadas oposiciones binarias.
Esto muestra otra característica de la manera como Derrida trata a las oposiciones filosóficas. Es usual que, después de la deconstrucción, el concepto rechazado o marginado termina siendo el más importante, por lo menos en algún sentido. Es usual por ejemplo que termine siendo condición de posibilidad para el primero. Es decir, no es secundario, no tiene un valor marginal, sino que es la misma posibilidad de existencia del primer término.
No hay que engañarse pensando que la deconstrucción disuelve la oposición. Lo que muestra más bien es la contaminación de un término por el otro. La diferencia entre ambos permanece. Explicar en qué sentido tenemos todavía aquí una diferencia, a la vez que una contaminación, implicaría abordar expresiones como "differance", y "brisure" (juntura o articulación). Pero esto quedará para otra ocasión.
En todo caso, pese a que el tratamiento de las oposiciones binarias tiene un lugar central en las estrategias deconstructoras, habría que entender que no es una estrategia definitoria de la deconstrucción en sí misma. Ella debe entenderse como un conjunto de acciones estratégicas que va más allá de la existencia o tratamiento de las mencionadas oposiciones binarias.
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Y así ¿Es esto todo lo que puede decirse acerca de la deconstrucción? En absoluto. Habíamos dicho que la deconstrucción no puede reducirse a un mero ejercicio teorético o estético, sino que tiene un valor que podríamos definir como ético-político. Dijimos también que en relación con la deconstrucción, la idea de responsabilidad tienen un lugar esencial. Estos elementos se pueden fusionar en una sola fórmula que, de todas las cosas que Derrida afirmó de la deconstrucción, tal vez sea la más desconcertante: "la deconstrucción es la justicia", afirma Derrida en "Fuerza de ley". La pregunta sobre el significado de la deconstrucción siempre quedará incompleta hasta que se explique la conexión establecida aquí entre deconstrucción y justicia.
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